La diabetes es una de las enfermedades conocidas desde el principio de la humanidad; es tan antigua como la historia de la medicina y los primeros físicos y médicos la describen como la enfermedad de la orina dulce, lo cual nos dice algo acerca del rudimentario sistema que tenían en esas épocas para determinar el nivel de azúcar en la orina, que consistía en probarla.
Está relacionada además con el estilo de vida moderno, ya que, si bien es una enfermedad muy antigua, también es cierto que en la actualidad los casos de diabetes en los países desarrollados son mucho más numerosos que en los países en vías de desarrollo. Esta circunstancia ha hecho especular a los médicos e investigadores acerca de los factores que la desencadenan; entre ellos el primero es la dieta, sin embargo, otras actividades higiénicas como el ejercicio o la exposición a la polución medioambiental posiblemente ejercen también una acción determinante sobre este fenómeno.
La diabetes mellitus (el término 'mellitus' deriva del latín y significa 'con sabor a miel', en relación al sabor de la orina antes citado) es una enfermedad del sistema endocrino que afecta especialmente al páncreas. El páncreas está situado en la parte más interna del abdomen superior y tiene unas células llamadas ¨islotes de Langerhans¨, que segregan la hormona insulina, cuya función consiste en permitir a las células extraer la energía que contienen las moléculas de glucosa. La glucosa es el combustible básico del organismo y sin insulina no puede ser aprovechada. La problemática de la diabetes, sin embargo, reside en que estos niveles excesivamente elevados de azúcar provocan lesiones o degradación de los tejidos corporales, especialmente de los vasos sanguíneos; la circulación es, sin lugar a dudas, el sistema más afectado en las personas diabéticas.
Tipos de diabetes:
Existen dos tipos principales de diabetes: La diabetes del adulto o tipo II y la diabetes juvenil o tipo I. La diabetes juvenil es, sin duda, la de peor pronóstico, aunque por suerte hoy en día, con un control adecuado, se puede llevar un ritmo de vida prácticamente normal y vivir muchos años. La diabetes juvenil suele aparecer entre los ocho y los quince años, generalmente de una manera espectacular que obliga a la persona a ingresar en un hospital, con el consecuente susto para el individuo y su familia. Se trata de una enfermedad relativamente inestable cuyo control requiere el uso de la insulina, ya que el páncreas reduce su producción paulatinamente, hasta que se produce un agotamiento total de su capacidad y no secreta más. Se sospecha que en este tipo de diabetes existe un proceso de destrucción de las células pancreáticas provocado por una reacción de tipo autoinmunitario. La diabetes del tipo I tan sólo afecta a uno de cada diez diabéticos. Al afectar a personas tan jóvenes es más difícil hacerles comprender la importancia que tiene la higiene de vida en el control y desarrollo de su enfermedad. Es muy difícil para un adolescente diabético comprender que no se puede tomar unas cuantas cervezas, que debe controlar el ejercicio que realiza o que en todo momento debe evitar el consumo de azúcares refinados.
La diabetes más frecuente es la del adulto o de tipo II, que suele presentarse a partir de los treinta o cuarenta años (incluso a partir de los cincuenta o más) y que está relacionada un poco más directamente con los hábitos dietéticos de la persona. El noventa por ciento de los diabéticos del tipo II tienen sobrepeso u obesidad, por lo que se puede suponer que la sobrealimentación es uno de los factores más importantes en su desarrollo. No es cierta, sin embargo, la creencia popular de que las personas diabéticas son aquellas que han abusado durante toda su vida de los dulces y azúcares, ya que no existe una relación directa entre este consumo y la presentación de la enfermedad. Sin embargo, dado que nueve de cada diez diabéticos adultos tienen sobrepeso es de esperar que hayan consumido algo más de azúcares, féculas, grasas y harinas en general que el resto de los mortales.
Tratamiento:
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